domingo, 3 de marzo de 2013

Más aún sobre "el Relativismo"


¡Seréis cómo dioses! Es el grito que se sigue oyendo desde el Génesis, como rebeldía al Creador.
"Yo decido mi código etico en cada momento, según me convenga. El caso más extremo es, como ya apunté en otra página "...yo decido el sexo que quiera tener". Es decir, no hay ya referencia alguna de referente moral objetiva por la sencilla razón de que soy yo el que en cada momento y circunstancia tuerzo, ahogo y hago desaparecer hasta llegar a extinguirla, mi conciencia y dictamino lo que está bien o no.
Tengo que aclarar en este punto, que cuando se habla de conciencia hay que decir claramente que me estoy refiriendo a la conciencia bien formada. Cosa de obligado cumplimiento en toda persona adulta, esto de formar la conciencia.
La verdadera conciencia recta se forma con el ejercicio forzado de las virtudes, con la lectura y el estudio de la ciencia moral. Se requiere una gran sinceridad a la hora de examinar nuestras acciones, para llamar error al error, flaqueza a la flaqueza y sobretodo a la hora de saber reconocer el egoísmo y la soberbia.
En definitiva, gran parte del esfuerzo por vivir consiste en rectificar frecuentemente nuestras intenciones. Es un ejercicio que habría que hacer todos los días, una o dos veces sobre la vanidad, la búsqueda del aplauso, la alabanza de sí mismo, y como ya he referido, las debilidades, el egoísmo y la soberbia.
El Relativismo es la negación de Dios y en consecuencia "yo soy dios". Yo soy quien decido que el aborto no es delito sino un derecho. Yo decido cuando hay que eliminar a un discapacitado o aún enfermo terminal. Yo decido cuando puedo engañar, cuando tergiversar. Yo decido cuando un juez se amolde a mi conveniencia, si es que tengo poder para ello y por lo tanto la justicia no es igual para todos, ¡faltaría más!. Es el Relativismo llevado a la organización del Estado.
Uno de los síntomas más claro es la pérdida del valor de la VERDAD.
Hay una muerte de la conciencia personal y también la muerte de la conciencia colectiva. En ambos casos constituye un grave peligro para la sociedad. Lo estamos viendo en el grado ínfimo en que ha caído la moralidad pública.
El relativismo es en definitiva, al menos así lo pienso, el pecado contra El Espirirtu Santo del que habla el Evangelio y del que dice que no habrá perdón.








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